Leí este libro en septiembre de 2023, sinceramente cómodo en mi tumbona de chiringo de playa chill-out, acompañado de pareja lectora y complacido por una sonrisa soberbia que estar fuera de lo mundano me proporcionaba, descansando de mi tan político yo del resto del año, o más bien dándome un bañito o un bronceado de sarcásticos pensamientos para mejor protección de mi pellejo, al que indudablemente le esperaba la ordinariez de los días peleones. Así que lo que para el arquitecto, crítico, comisario y traductor Moisés Puente era una declaración de intenciones a partir de una preocupación máxima -a la que obedece el título de este libro- para mi era motivo de regodeo y chanza superficiales, un tonto corte de mangas al mundo de lo moderno, lo guay y el resto de industrias culturales que cada vez me dan más grima y muchas veces vergüenza. Lo expreso con tanta contundencia porque aún me parece que estoy bebiendo la cerveza con pajita y mirando al horizonte playero de Aveiro (creo recordar que era allí donde estaba) e imaginando que, lejos de una hortera pose vacacional de ciudadano-trabajador de clase impotente, estuviera yo negociando con afamado señorito (macho, hembra o queer) de sombrero alado y volatinero la cesión de una exposición para mi festival de libros y artes. Pero, como digo, habla Puente en el prólogo de este libro de los actos sociales alrededor del mundo de las artes como encuentros en los están los que tienen que estar, es decir, los que poco o nada tienen que aportar ni tan siquiera decir. Actos de socialización complacientes y políticamente correctos, en los que los artistas desempeñan una suerte de autorrepresentación mientras se sigue sin hablar de nada importante. No me molesto en entrecomillar porque parto de notas que tomé y en las que las palabras de Puente y mis propias reflexiones a propósito de estas se mezclan.

DISPONIBLE EN LIBRERÍA.

A partir de aquí dos temas sobre los que pensar y que conecto con librA, del que escribía más arriba, un encuentro entre el mundo editorial y el de las artes (plásticas) contemporáneas cuya segunda edición se ultimará los próximos días y se celebrará entre el 13 y el 16 de junio de este 2024. Porque seguramente hay algo en el diseño y el desarrollo de esta idea que responde al deseo snob de quien al fin y al cabo lee hasta las revistas de moda. Como algún (posible pero poco probable) lector sabrá, este festival se celebra en Olmedo, que es exactamente el punto geográfico donde vivo y donde está mi librería, donde desarrollo mi labor cultural, y donde ha desarrollado y desarrolla sus propias labores casi toda mi familia. Por tanto resulta fácil armar también un relato a propósito de lo rural, que igualmente quedaría muy bonito. Así que los peligros son todos. O tenemos claros los objetivos y la utilidad de este encuentro o acabamos celebrando una fiestuqui para madrileños aburridos y con sobrexcitables receptores de aromas neorrurales. En ese sentido ya vengo diciendo desde el año pasado (¡primera edición!) que uno de los principales objetivos de librA es desaparecer, al menos como festival, para convertirse en un programa regular que desarrolle su tarea durante todo el año. Eso está lejos, pero es un horizonte responsable.
Hay otro tema, que en realidad es derivada de la necesidad de no perderse en los objetivos de un proyecto: la creación poco a poco de un corpus teórico propio que de base solida a las futuras programaciones y, por otro lado, suponga aportación dialéctica a la relación que el mundo del libro y el de las artes contemporáneas mantienen de hecho y podrían mantener en el futuro, y que, como el imaginable lector entenderá, son de naturalezas variopintas. Por eso lecturas e incorporaciones a nuestra librería de títulos como «Cháchara y otras historias de arquitectura» tienen todo el sentido.
No es la primera vez que hablamos aquí sobre un libro de la editorial Caniche, especializada en arquitectura (también urbanismo), fotografía y otras artes cuyas páginas soportan obra original unas veces y en las que, sobre todo, se ensaya. Por cierto, que el año pasado tuvimos el privilegio en librA de contar con la presencia de sus editores Carlos Copertone y Patxi Aguiluz en una actividad en la que nos presentaron Caniche.

Los temas, reflexiones e inspiraciones que los textos reunidos en este libro provocan en el lector medianamente atento y sensibilizado son abundantes y suponen enfoques nuevos y hallazgos sobre los que poder seguir construyendo, en el sentido amplio de la palabra. Así, cuestiones como el de la ruptura con la tradición que las formas más superficiales y obsesivas de innovación nos traen es vieja cuestión que también a mi preocupa. El «Dios Progreso -nos dice- como creación incesante de riqueza», «la sociedad del espectáculo», cuya idea toma del filósofo Guy Debord, y la ausencia, en definitiva, de poso, rigor y espacio siquiera para la crítica, en aras de una «crítica basura -en palabras de Rem Koolhaas- que vive ensimismada en la autopromoción». La sugerencia de Puente: «Volver al aura de Benjamin, ir hacia lo permanente»: el viejo valor de lo nuevo.
Ideas y nombres se suceden en distintos capítulos en los que Moisés Puente analiza proyectos consagrados unos y prácticamente desapercibidos otros, y la obra de Mies Van der Rohe (la evolución de su pensamiento -y de su obra- hacia el minimalismo) y de Alejandro de la Sota (que otorga a la arquitectura una misión ordenadora del mundo), o las re-vitalizaciones de Lina Bo Bardi comparten páginas con el proyecto de zapatería de Paco Roca, que nunca abrió sus puertas. Reflexiones jugosas sobre el nacimiento del coleccionismo a partir del Descubrimiento de América -en palabras de Philip Bloom-, el nacimiento de las exposiciones industriales a partir de la ferias locales, mercados y fiestas de Carnaval que convergen en el siglo XIX o una mirada sobre el urbanismo, el diseño de la ciudad, con premisas arquitectónicas cuyo referente principal sería Aldo Rossi y su estudio de la ciudad -«La arquitectura de la ciudad»- que lógicamente sería a su vez inspiración para Alejandro de la Sota y su visión física -no sé si decir radicalmente útil- de la arquitectura.
En fin, no voy a nombrar a todos, y cerraré este comentario diciendo que el libro supone un paseo de lo más sabroso por ideas y proyectos bien documentados bibliográficamente y complementados con fotos -acuden a mi cabeza imágenes de la espectacular obra de Matta-Clark- que nos permiten los altos necesarios para disfrutar del camino.
