Razón y futuro

SAVATERIANAS, 2.

Fue la de ayer (21 de octubre de 2023) una de esas columnas en las que Savater invita a la duda (tan sana) y se aparta más de un tono paternalista y resabiado, desde luego provocador, que le caracterizan y que, por otra parte, tanta gracia me hacen, aunque en general no hay día en el que no se despache a un par de personajes públicos de cualquier ámbito. Es tan sólo la segunda savateriana que escribo y me parece ya un buen momento para dar razón de esta iniciativa. En realidad daré tres razones por las que me he decido a adquirir este compromiso conmigo y con los -como diría Manuel Rodríguez Rivero- improbables lectores de este recóndito rincón de la internet.

La primera razón es el efecto crispante que la lectura de sus columnas tienen habitualmente sobre mí, columnas que leo cada sábado desde el kiosko en el que compro El País caminando de vuelta a la librería. Es bastante corriente en esa primera lectura (a veces única) que me sienta interpelado, cuando no ofendido o directamente atacado (qué más quisiera yo) por las provocaciones que en más ocasiones de las que me gustaría no puedo dejar de considerar reaccionarias, pero a lo mejor es que me estoy haciendo joven. Esa punzada sabatina y savatera de incomodidad que me produce la lectura de muchas de sus columnas la considero de utilidad para mis equilibrios digamos mentales, alimentos de un estado de templanza siempre por venir. Es como si me pusiera las pilas, una inyección de adrenalina furiosa con la que tuviera que habérmelas cada mañana del sábado y que me obligara a recolocar mi cabeza. Por otra parte, aún más útil me resulta la lectura de la actualidad española -ya no saben y yo tampoco- a través de una mirada muy alejada de la mía y en ocasiones contraria. Pero el ejercicio en pro de mi templanza no debe confundirse con gusto alguno por la tibieza, y el nacimiento de esta savateriana se produce como un primer impulso de contestar a Savater, de hacer por escrito lo que uno no puede evitar hacer mentalmente.

Hasta ahí la primera razón. Porque lo que uno se encuentra una vez que ha tomado la decisión de publicar esta entrada cada fin de semana es la oportunidad de hacer un ejercicio de escritura y análisis que quedaría plenamente justificado por contar con una base tan sólida como es una de las columnas semanales que más interés y polémica suscitan, firmadas además por un intelectual de valía indiscutible. Y así enlazo con la tercera razón:

Una vez establecido el compromiso conmigo de escribir esta «contracolumna» cabe la duda razonable de buscar otro autor o autora más convenientes, pero estoy seguro de que Savater es el mejor posible, y ya he dicho por qué. Hablamos de un pensador de trayectoria reconocible, con un incuestionable compromiso con la educación y la política que ha abordado tanto desde un plano intelectual como militante, un filósofo con el que comparto filias nietszchianas, una visión de los nacionalismos y las naciones como construcciones de un romanticismo peligroso, para mí un prescriptor de buenos libros y de buenas pelis pero, en definitiva, alguien cuyo valor está más allá de cualquier posible empatía conmigo, ya que contestando a sus columnas me siento un «privilegiado» y de alguna manera mantengo (o puedo fingir mantener) una conversación más o menos polémica, puede que incluso cordial y tranquila (¿se puede con Savater?), y con la oportunidad que la distancia de la escritura me ofrece de no quedar noqueado a la primera de cambio.

En la última columna Savater parte del visionado de una peli protagonizada por Charlton Heston (Soylent Green, 1973) para advertir de lo erróneos de algunos vaticinios ecologistas sobre un futuro del planeta que en 2023 estaríamos viviendo en presente. Tras sendos tortazos a Michael Moore e Ione Belarra señala en concreto los errores del Club de Roma en 1972 y de Al Gore en 2006 para terminar con la recomendación: «Quizá también hoy convenga prevenir, pero sin exagerar…». Apoyo esta recomendación convencido de que los grupos ecologistas han sido muchas veces antipáticos para los ciudadanos de a pie, seguramente porque con atender estos lo suyo ya tenían bastante pero también por ciertas formas lacrimógenas y en algún grado violentas de «lo verde», tanto en las acciones como en los relatos, y que han impedido que un fondo acertado en lo esencial no calara lo necesario. Pero de sobra sabe Savater que el ya viejo mensaje ecologista era más predictivo (científico) que visionario y que precisamente en lo esencial se está cumpliendo: la especie humana hace del planeta un lugar cada vez más inhóspito, su actual desarrollo tecnológico se ha mostrado incompatible con una vida en armonía con el resto de especies y, por fin, hay un cambio climático provocado por un exceso de quema de residuos fósiles que está produciendo una subida de temperaturas ya a estas alturas de la historia difícilmente reversible. Creo que no exagero.