Dilema

SAVATERIANAS, 6.

Pues sí, las ideologías llevan fácilmente al fundamentalismo aunque de ellas, no obstante, se aprende al menos en un primer estadio, como punto de partida, seguramente necesario, desde el que nuestro pensamiento político debe desplegarse. Que al cabo de los años uno siga apasionadamente afiliado a premisas inamovibles de su juventud es síntoma de un crecimiento deficiente, pero se acepta que haya quien no quiera crecer y haga de la poltrona razón de vida suficiente. Se está calentito ahí.

El problema de las ideologías es que faltan a la verdad. Pasa porque la realidad es demasiado compleja para caber en un marco ideológico, y porque este marco persigue actos de justicia a los que da prioridad. Para ello no importa manipular la realidad: se sacrifica en defensa de la justicia. El dilema es evidente.

En las columnas de Fernando Savater esta tensión que algunos mantenemos está resuelta desde siempre en favor de la verdad. Leyendo estos días los diarios de Rafael Chirbes me encontraba con este dilema del que propongo hablar y, como el pensador donostiarra, el valenciano concluía que ya no estaba dispuesto entonces -tenía 57 años- a aceptar manipulación alguna. Las únicas ideas intocables son aquellas tan ligadas a los derechos humanos que sólo pueden ser verdaderas y, por tanto, escapan a cualquier intento de apropiación ideológica: Savater nos habla de ética, de moral y de principios universales ante los que cualquier ideología debe mostrar servidumbre. En la última columna de Savater –Izquierdas– este recomienda la lectura del libro «La izquierda traicionada», de Guillermo del Valle, mientras defiende que hay otras formas (aparte de la de nuestro gobierno) de izquierdismo y de socialismo «de sentido común» y con muchas ideas con las que es «difícil no simpatizar».