Los principales temas de «Cuál es tu tormento», la novela de la norteamericana Sigrid Nunez en la que Almodóvar se ha inspirado para hacer una peli muy bonita, no son ni el suicidio, ni la muerte, ni los cuidados, ni la amistad, ni el envejecimiento, sino la tristeza y la escucha. Nunez lo cuenta muy bien, es una gran escritora aunque le haya gustado la peli del manchego. O eso dice, claro. A lo que voy: el mundo es triste y los que somos unos tristes nos damos cuenta, y la gente que no es triste no se entera, pero sólo de momento porque un día de repente se pegan un buen susto (han descubierto algo trascendental, qué exagerados), y a llorar: tanta risa es lo que tiene. Los tristes, sin embargo, no somos nada dramáticos. La tristeza es una suerte de ataraxia muy beneficiosa para el equilibrio mental. He leído en algún sitio últimamente que la tristeza te hace ver las cosas como son. Estoy de acuerdo. Casi nunca para tanto, ni en lo bueno ni en lo malo. Sé triste, my friend.
La escucha es lo que te permite ver el mundo, y de paso a ti mismo. Como no somos nada por nosotros mismos la única manera de saber de qué vamos (incluso puede que hacia dónde) es escuchar a los demás y a ser posible -digámoslo ya- estar calladitos. Esta escucha radical tiene mucho de conservadora, evidentemente, y, en ese sentido, de egoísta: si todos escucháramos el mundo se quedaría mudo, yo diría que incluso parado. Pero sentidos tenemos para aburrir y ya sabemos que la escucha también puede ser generosa e incluso beneficiosa para el escuchado. Escuchante es la protagonista de esta novela que abre con la conferencia de su dramático exmarido, un pensador antinatalista. Un tipo leído (publica libros), escuchado (da conferencias), que habla mucho, un pensador de moda, antipático pero no triste. A mí no me lo parece: un tipo que lo sabe todo porque lo ha descubierto de repente: si fuera coherente tendría que suicidarse, pero no puede ser coherente porque, en realidad, sigue siendo un tipo alegre, satisfecho de sí, feliz incluso.

Sigrid Nunez, 2020. Anagrama, 2021. Traducción de Mercedes Cebrián. 196 páginas. Pvp: 19,90 €.
La amiga de la narradora está triste pero su tristeza no tiene mérito: se va a morir y lo sabe. Cuando esta le propone a la narradora que la acompañe en el tránsito a su muerte, cuyo momento decidirá ella misma, acepta a pesar de que en realidad su amistad no es tan estrecha. Pero ella escucha, lleva toda su vida buscándose en las historias de los demás, tiene mirada periférica y atenta a la vez, de conjunto e individualizada, ve más allá y más acá, ve porque mira, es su manera de estar en el mundo, de ser. Por eso la novela es también un mosaico de historias de otras personas. La de su amiga moribunda atraviesa todo el libro. Podemos percibir serenidad en las palabras de esta mujer que busca una despedida tranquila, en realidad idealizada, de la vida, pero es la narradora quien nos abriga. Esto Almodóvar no lo ve, o no lo mira. Me pregunto qué andaba buscando con su peli.
Nos da abrigo porque lo necesitamos, porque, es verdad, los tristes nos volveríamos locos sin literatura, impedidos para dramatizar como tipos alegres. Nunez no se pone en la piel de la persona moribunda, seguramente incapaz de pisar -ni en la ficción siquiera- un terreno desconocido para cualquiera que no lo habite. Se pone en el lugar que puede ocupar (que podría haber ocupado, no lo sé) y desde ahí nos cuenta su historia de amistad, nos transcribe las palabras de su amiga, reflexiona, se cuenta y nos cuenta su vida. Esa distancia que se toma la autora es la que permite una narración tan seria como liviana y bienhumorada, cómica en muchas ocasiones, y calurosa que, sí, trata cuestiones como el suicidio, el envejecimiento, la muerte, la amistad…
Seguramente es difícil hacerse a la idea del argumento de «Cuál es tu tormento» por la lectura de esta entrada. En realidad creo que a Nunez le importa más la forma, de hecho así lo dice, y en esto la creo: sobre qué tema no se ha hablado ya a estas alturas. Por la forma (de mirar, de escuchar, de enfocar, atender) se llega a algún tipo de verdad, y este camino parte de un reconocimiento que nos importa por aquí: hay cosas, dolores ajenos que no se pueden representar: la mentira se desliza entre pretensiones como esa.
