Mutis por la loma

A TRAVÉS DE LA VENTANA, 6.

Fuente Olmedo es uno de los pueblos que alrededor de esta villa nuestra logran mantener una buena parte de su administración a pesar de contar con escasísima población. Forma, junto a otros seis pueblos, el conocido como alfoz de Olmedo. La peculiaridad de Fuente Olmedo es que en los últimos decenios ha albergado y puesto en marcha iniciativas culturales y artísticas de diversa índole, algunas con proyección nacional, y sigue siendo hoy un extraordinario punto de encuentro entre artistas y otros entusiastas de las artes.

Por allí hubo en tiempos ya remotos un festival de música folk promovido desde el propio ayuntamiento, pero es igualmente fácil recordar La Alfábega, una casa rural-restaurante cuyas ambiciones trascendían no sólo lo empresarial sino también lo gastronómico (de indudable valor gracias a la buena mano de Toni Giménez) y promovía conciertos, además de encuentros alrededor de actividades relacionadas con la danza, la música y los viajes que Agar Martí desarrolló a partir de sus talleres de yoga. Pero particularmente interesante es en los últimos años la creación de un espacio de arte contemporáneo como El huerto del tertuliano, que de la mano del artista plástico Rubén Polanco ha puesto en marcha varias exposiciones que hacen de Fuente Olmedo un lugar de singularidad cultural, sin duda a la altura de la dureza que cualquier pueblo castellano tiene para con la cultura y, sobre todo, las artes, mayor aún en un pueblo de cincuenta habitantes. La cosa es seria y, como se comprenderá, tiene mucho más fondo que unas pocas palabras aduladoras como las de este texto.

La dureza de proyectos como estos supone el peligro de perder la energía a incontrolables raudales, y en uno de ellos alguien descuidado (de sí mismo) fácilmente puede quedarse atrapado (aunque siempre puede surgir la oportunidad de un tercero que desde cierta distancia de seguridad ponga atención al hecho y decida acompañarlo e incluso echar una mano). Pero es que, además, hay en estos proyectos otro peligro de gran importancia, una cuestión vital que consiste en la posibilidad de desencuentro entre visitantes y pobladores, una posibilidad esta de nefastas consecuencias y que es necesario tener presente desde el momento del diseño.

Aunque este peligro siempre está acechante creo que por lo general tanto los proyectos de los que he hablado como el concreto en el que hoy voy a detenerme están contando con el apoyo de los vecinos de Fuente Olmedo. Eso sólo puede producirse cuando los proyectos cuentan en su misión con el desarrollo del medio en el que se producen, y el desarrollo sólo puede darse a partir de los elementos propios del lugar. Como tantas veces en este blog hablo de la necesidad del encuentro entre lo que hay y lo nuevo, lo que viene de fuera. Sólo a partir de este encuentro se produce la innovación. Lo otro son aterrizajes, ocurrencias, a veces disparates. Es fácil verlo y decirlo. Hacerlo es otro cantar.

Conozco a Inés y su Factoría cultural Martínez. desde hace algunos años. No la conozco mucho, pero nos atendemos, nos miramos con generosidad, y me parece que nos creemos. Yo, que soy un tipo descreído, la creo a ella, aunque todas mis dudas, las que ya he planteado en el párrafo anterior han sido también para con ella. Lo son para con todos, me chirrían los proyectos que vienen de fuera a salvar lo rural. Pienso que lo rural sólo puede salvarse desde lo rural, que los máximos responsables del vaciado de los pueblos son las generaciones que un día decidieron (pensaron) que la solución estaba en marcharse. No les culpo. No es eso: no soy quién para juzgar las circunstancias personales de cada cual, pero fue decisión de los propios pobladores abandonar los pueblos. Y hoy es decisión de los propios pobladores abandonarlos, buscarse el futuro afuera, en las ciudades, sobre todo en las grandes. El futuro. No sabe uno si reír o llorar. Y es responsabilidad de los ciudadanos urbanitas que lo hacen (tengan o no una relación previa con los pueblos) relacionarse con el medio rural de una manera no sólo ventajosa sino, además, castradora.

Estas son ideas y preguntas, quizás todo simples dudas, que me rondan por la cabeza a menudo, y que se excitan días como el pasado viernes 12 de agosto, para cuando estaba programada la actividad «Teatro a la fresca» que con la inestimable ayuda de Marcos Isamat Inés García Albi y su factoría pusieron en marcha. Un encuentro en el Valladolid profundo que fue función teatral y cena entre amigos, artistas, vecinos de Fuente Olmedo y público en general. Con el cielo cambiante y la línea de una loma que dibujaban un espectacular fondo de escenografía tuvo lugar la función teatral «Ana y Serafín, inquilinos de la periferia», creada e interpretada por Rafa Sánchez. Una obra de tono confesional que contaba la propia historia de Rafa Sánchez, en realidad la de su padres, trabajadores humildes, que un día deciden buscarse la vida muy al norte y dejar atrás su pueblo cordobés. Así que subidos en «el sevillano» parten un día de Córdoba para llegar a Barcelona, donde esperan poder hacer una vida digna de mención, que poder ser contada o, vaya, que poder ser vivida según los relatos de triunfo que tanto ruido hacen. Allí, en el barrio de Badía del Vallés, se crían Rafa y sus hermanos y comienza una historia que es única y es la de tantos. Y que me interesó por las dos cosas, pero he de reconocer que la historia personal, esa suerte de homenaje a sus padres, a la pelea contra el inmenso Goliat que es la vida, tan inmenso que uno no puede creer de veras que vaya a ganar salvo por un golpe de suerte… ese homenaje me emocionó, y gracias a ello me sentí un poco más explicado. Como persona, digo.

Es seguro que ello sólo puede lograrse desde el tono confesional (se lo llama, o yo lo llamo, confesional de una manera genérica, y me pregunto si será porque esconda siempre un sentimiento de culpa), con el que la obra se desarrolla, y que dota a la historia de verdad, de la verdad del teatro, esa que llega por vía directa de la palabra y que confía en el público, en su complicidad para con un juego que debe ser muy serio, también cuando es divertido. Y triste. En la impecable interpretación de Rafa Sánchez uno se ve obligado a llorar a la vez que ríe, casi como un acto de respeto. Con muy pocos elementos, algunas maletas, una mesa, unos pocos cacharros, apenas un bafle que reproducía música en algunas ocasiones (con Nieves Eugenio Bayo a los mandos), y con la capacidad del actor de adoptar distintos personajes (padres, hermanos, vecinos…) siempre con una gestualidad mínima y de eficacia rotunda en su sobriedad vimos (re)pasar la vida de Ana y Serafín sobre unas pobres tablas apoyadas en pacas de paja, bajo el inmenso cielo castellano de Fuente Olmedo.

La otra parte de la función teatral, la historia de todos es por todos conocida y algo he adelantado. De hecho, obra y función estaban llenos de sentido en el paupérrimo pueblo de Fuente Olmedo, uno de los miles de casos de pueblos desahuciados a los que nada más les queda que atender con dignidad a sus últimos pobladores. El caso de la emigración de los pueblos -que va haciendo de este país una suerte de donuts a la inversa porque en ello todo menos perímetro y centro va quedando hueco- tiene su pequeña reproducción a escala en distintas zonas de Castilla y de Valladolid. Convendría saber al respecto, por ejemplo, qué mirada tiene sobre el asunto la administración de Olmedo y cuál sería su forma ideal de relacionarse con los pueblos de su alfoz. También a la inversa.

Fue, pues, un encuentro gozoso más allá de la función de teatro. Pude estar con amigos y amigas, algunos de los cuales hacía tiempo que no veía, me complació conocer artistas y gestores de la zona y de alrededores, también de más lejos y, sobre todo, me pareció que todo tenía mucho sentido cuando comprobé que del encuentro participaban vecinos de Fuente Olmedo (también de Olmedo) con la alcaldesa, Belén Sobrino, entre ellos. Compartimos la riquísima cena que Marcos preparó en la casa Vinos y Licores, un espacio muy amigable con sus guirnaldas de bombillas y mesas y sillas sobre el césped en un rincón desde donde se vislumbraba la luna de agosto… todas sus circunstancias componían una noche como para que cualquiera de los que allí estábamos nos sintiéramos, también gracias a las atenciones recibidas, especiales… pero -y allá va la despedida- cuidado con sentirse especial. Eso está bien. Pero que lo especial no consista en estar en una burbuja fuera de la realidad, más bien tratemos de contagiar la realidad cuanto podamos con este tipo de encuentros. Porque el día después, su incidencia, es importante, lo más importante. Se debe procurar la manera de que estas actividades no sean hechos aislados, efímeros. Y desde luego evitar la trampa de que lo exótico para los de afuera sea el gran problema de los pobladores. Sin desarrollo del medio no tiene sentido.

De momento Factoría Cultural Martínez lleva ya algunos años desarrollando actividad interesante (en septiembre se celebrará la III edición de «Ancha es Castilla») con el teatro, la música y la filosofía como materias centrales. Y gracias ello se crean relaciones que bien podrían desarrollarse en redes entre ámbitos local, provincial y nacional. Que ese empeño tenga como centro Fuente Olmedo es una suerte y una oportunidad para cuantos vivimos por aquí, y esperamos que también suponga relaciones nuevas entre los movimientos que en Olmedo y su alfoz se producen.