Las cuitas del jinete

Un jinete que lejos de cabalgar apenas arrastra ya los pies se nos retrata en este libro delicado que Thomas de Quincey escribió en 1827, 23 años después de la muerte de su admirado Immanuel Kant. Que el viejo profesor de Konigsberg, genial y afamado filósofo ya en la época, sea homenajeado precisamente a través del relato de su decadencia es representativo de los intereses del ensayista y crítico británico, que pone su atención en territorios si no inexplorados sí poco visitados del alma humana. Ya saben, eso esencial que ni existe ni somos capaces de negar. Retratar los últimos días de una persona es como un último intento de asirlo o al menos de mostrarlo o verlo pasar, quizás solo intuirlo, en el paso trascendental y definitivo a la nada (o al todo, o al absoluto que el lector prefiera).

Editorial Firmamento. 100 páginas. Pvp 16 €

En realidad este retrato que abarca los últimos años del filósofo prusiano tiene mucho de juego literario y, aunque está escrito con rigor a las fuentes y respeto, la fluidez que tanto contribuye al placer de su lectura se debe a un buen truco: la supuesta narración en primera persona del asistente Ehregott Wasianski, quien escribió unas memorias en las que De Quincey se basa. Sin embargo, como Marcel Schowb explica en el prefacio de esta edición que Firmamento ahora recupera, lo cierto es que De Quincey se sirve también de biografías publicadas por Borowski y también por Jachman en 1804. Así que, en realidad, se puede decir que es De Quincey quien presta sus palabras a Wasianski y no al revés, convirtiéndolo en un narrador que tiene mucho de personaje. Artificio literario pues. Pero relato verdadero. Una obrita de arte para degustar con buen tiempo.

En ese tiempo que usted se de leyendo un libro que inevitablemente ironiza sobre la fragilidad de la vida de todos a través del relato de una de las grandes personalidades del momento la vejez, la enfermedad y la muerte se mostrarán como etapas en las que la asunción, el miedo o el cansancio guían los últimos pasos, los de Immanuel Kant, mente brillante cuyo apagamiento nos narra De Quincey con una mezcla de ternura hacia la persona y sátira hacia la (trágica) condición humana. «Las cuitas del jinete suben al caballo con él», cita el inglés a Horacio.